
el escritor francés George Perec se preguntaba: “¿Qué pasa cuando no pasa nada, salvo el tiempo, la gente, los coches y las nubes?”
me interesa mucho esta idea que Perec llamó lo infraordinario en su libro del mismo nombre y es que vivimos condicionados a buscar lo espectacular, lo noticiable, lo excepcional, pero, en ese gesto, dejamos fuera la mayoría de los fenómenos que conforman nuestra existencia
lo infraordinario no es lo irrelevante, es lo que ha sido relegado por la costumbre, aquello que se vuelve invisible por exceso de presencia
desde un punto de vista científico, la biología, la geología o la física demuestran que lo esencial ocurre en escalas o tiempos que el ojo humano no percibe directamente como el crecimiento de una hoja, la erosión de una piedra o la lenta descomposición de la materia orgánica, por ello lo infraordinario, en este sentido, es una invitación a reconectar con esos procesos lentos y persistentes que sostienen la vida
en esta composición intento hacer un ejercicio de atención, volviendo a mirar lo que creo conocer, a reconocer que ninguna cosa es demasiado ordinaria como para no contener algo revelador, y en última instancia, el gesto de recoger, alinear y observar con lentitud y curiosidad, se convierte en un acto de resistencia ante esa indiferencia de la percepción
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